En el siglo XII el monje benedictino francés Americ Picaud, escribió el Códice Calixtino y en él presentó el alto de Cirze como uno de los dos puntos en los Pirineos por los que se podía cruzar desde Francia a España en dirección a Santiago de Compostela. En esta célebre obra medieval, guía de viaje para el que peregrinaba a Compostela durante siglos, se menciona Saint-Jean-Pied-de-Port como una de las villas más cercanas al puerto y denuncia que es un lugar en el que a los peregrinos se le cobraba un portazgo excesivo y, si se negaban, los portazgueros les perseguían para pegarles. En los últimos años y con la obra El peregrino a Compostela (Diario de un mago) esta villa del País Vasco francés, a los pies del Pirineos, se ha convertido en la ruta más popular para iniciar el Camino Francés.
Como a muchos peregrinos, la obra de Paulo Coelho despertó en mí las ganas de hacer el Camino de Santiago. Al igual que el protagonista de su novela, cuando tienes la oportunidad de recorrerlo, se despierta la sensación de estar a punto de emprender una aventura única en la vida. Nadie sabe lo que le deparará el Camino, pero su llamada ejerce una enorme atracción y cuando por fin se empieza a andar por ese camino ancestral, la emoción lo convierte en un momento verdaderamente mágico.
Ayer por la tarde llegué a Saint-Jean-Pied-de-Port, Donibane Garazi en vasco. Esta vez estoy acompañando a César, un peregrino brasileño que empezará el Camino mañana miércoles 4 de septiembre. Es curioso porque comienza su andadura un poco escéptico respecto a que el Camino lo va transformar a nivel personal. Todos los que hemos hecho el Camino, sabemos que la persona que llegará a Santiago de Compostela no será la misma que fue cuando empezó a andar. Los paisajes, caminar con sol o lluvia día tras día, el cansancio y los dolores, la escasez de bienes y comodidades con los que viajas, la decisión de seguir el ritmo de tu propio paso o el de acompañar el de otros, las ganas de abandonar y el arrojo de seguir, las gentes que te encuentras por el Camino y el enorme orgullo y satisfacción que sientes al llegar a Santiago de Compostela... Todo son experiencias que dejan una huella especial en el alma del que camina hacia Santiago.